Friday, August 9, 2013

Generación del Picadillo de Soya hace memoria

Generación del Picadillo de Soya hace memoria
Viernes, Agosto 9, 2013 | Por Frank Correa

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org - Tal vez en el momento que el
lector lea estas líneas, se está conmemorando los veinte años exactos
del inicio del período especial, la marca mayor infligida a la historia
de Cuba en la última centuria.

Comenzó en agosto del 1993, cuando el ex secretario del Consejo de
Ministros Carlos Lage anunció que la economía cubana tocaba fondo, y con
ella los preceptos y las actitudes. Los estantes empezaron a vaciarse.
El valor del peso cubano se volvió una broma cuando salió el dólar a la
luz, para convertirse en el sueño y la pesadilla a la vez.

La tenencia del dólar fue perseguida como un virus. Se decomisaban todos
los dólares ocupados a los individuos. A algunos les impusieron condenas
largas. Fue despenalizado en 1994 por la presión popular del
"maleconazo" y paradójicamente algunos de los sancionados aún siguen
presos, porque durante la condena se complicaron con delitos inherentes
a la cárcel.

La verde cara de Washington, viajó de mano en mano con suma premura por
esos días, con sigilo, con susto, escondida en las medias o los zapatos,
detrás del tanque del retrete o aprisionada dentro del calzoncillo.
Había que encontrar un extranjero, que se dignara a comprarnos en las
tiendas los productos prohibidos.

Utilizando el argot popular, podemos decir que muchos cubanos se
transformaron en ratas. Comían desperdicios, hurgaban en los latones de
basura, engullían pizzas que en vez de queso llevaban condones
derretidos y también "bistecs" empanizados de colcha de trapear, según
leyendas urbanas de la época. La capacidad de depredación llegó a
niveles límites. Perros, gatos, auras, totíes, morena de mar. Hasta el
pez león, una extraña especie del océano Índico que osó acercarse a la
orilla de un país donde se libraba una batallaba campal por la
supervivencia. Fue extinguido.

Los vagabundos pulularon, igual que dementes y suicidas. En la sociedad
comenzó a crecer y desarrollarse la enfermedad del alcoholismo, como vía
de escape contra los caminos sin salidas. El alto costo de la vida
obligó al padre de familia que no podía comprar ron bueno para olvidar
sus penas, a beber alcohol de farmacia. Apareció una maquinaria
clandestina de producción de barbaridades como chispa de tren,
gualfarina, calambuco. Aquellos borrachos frustrados, sin fuerzas ni
carácter, ni incentivos para educar a sus hijos, no los atendieron y
ellos, desde temprana edad perdieron cualquier esperanza de futuro y
siguieron a sus padres por el camino del alcohol, acabando con sus destinos.

Algunos la llaman la Generación del Picadillo de Soya, que disparó a
cifras incalculables la estafa y el robo de carteras. El trapicheo, la
venta ilícita. Impusieron dos monedas, una débil con la que pagaba el
estado los salarios y una insultante con la que se compraban las cosas.
De repente todo tuvo un precio altísimo en el mercado negro. Una pecera
sin uso en un rincón llegó a costar ochocientos pesos y una libra de
arroz cincuenta y cinco. La inflación.

En el campo se cambiaba una tonga de ropa usada por un carnero, así como
un par de botas por un puerco. Muchos individuos caminaban en caravana
por los campos de Pinar del Río como zombis, cambiando jabón y
detergente por arroz viandas. El trueque.

Antes que se liberara el mercado agropecuario en el 94, en Marianao
había que hacer una cola desde la noche anterior para comprar carne
cuando alguien mataba un puerco en el barrio.

Para subir a un ómnibus se escenificaron verdaderas tramas de películas
trágicas. El aceite destinado a la producción de pan y dulces se vendía
en el mercado negro, también la sal, el azúcar, y cualquier cosa que
reportara dinero. Los trabajos más buscados fueron aquellos donde se
pudiera robar, o cargar comida. El jineterismo instauró una verdadera
revolución en la concepción de la familia. Viajar al extranjero se
convirtió en una condición de vida.

Los puestos de trabajo en los centros laborales donde se operara con
turismo, adquirieron precios. Operador de una gasolinera: trescientos
dólares; dependiente en una tienda de divisas: doscientos; cocinero:
cien. La diferencia en las posibilidades para enfrentar la crisis, entre
de los que podían acceder al dólar, ahora cuc, y los que debían inventar
para conseguirlos se abrió como una brecha en la identidad cubana.

En 1997, el ex secretario Lage dijo, en una aparición en público, que la
economía cubana había terminado de tocar fondo y comenzaba a subir.
Luego Machado Ventura y Marino Murillo lo han ido repitiendo muchas
veces, pero la realidad aún espera por el milagro a la alza. Hoy la
mitad de los hombres en edad laboral, que son los llamados a propiciar
la emersión, "trabajan" sentados en un taburete en las puertas de sus
casas, vendiendo barajitas confeccionadas por cuentapropistas con
materiales robados al estado, o traídas del extranjero por mulas.

Una medalla merecemos, por empeñarnos en sobrevivir durante estos
absurdos veinte años "especiales".

Source: "Generación del Picadillo de Soya hace memoria | Cubanet" -
http://www.cubanet.org/articulos/generacion-del-picadillo-de-soya-hace-memoria/

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